Esta población, a pocos Kilómetros de Bogotá acoge la que fue votada por los colombianos como Primera Maravilla de Colombia, la catedral de Sal de Zipaquirá.
Una vez llegados al recinto después de pasar un pequeño tramo boscoso con eucaliptos de una altura asombrosa, se nos ofrecen varias rutas a elegir, pero todas incluyen el recorrido por las minas donde se halla la propia catedral. Esta visita dura aproximadamente hora y media, y es recomendable para todo aquel que no padezca claustrofobia.
El recorrido comienza por un pasillo escasamente iluminado reforzado con arcos metálicos que dan la sensación de que estemos entrando en el estómago de una ballena. La sal, que invade las paredes ha degradado ligeramente alguna de estas estructuras lo que les da un aspecto antiguo y a la vez muy interesante.
Pasada esta zona, da comienzo una de las tres partes más importantes del recorrido, el Vía Crucis, en el que cada una de las etapas está representada de una forma distinta, que hace referencia al carácter del misterio respectivo. El guía de la ruta es quien explica estos detalles, vale la pena no prestarle atención durante el paseo si queremos saber datos interesantes sobre el recorrido. Además nos acompaña hasta los dos elementos del final de la visita, una cúpula en la que podemos ver con mucho detalle las vetas de sal incrustadas en la piedra, y el punto álgido, la catedral, con sus 16 m de altura y 4 enormes columnas que lo sustentan y dirigen la vista a la cruz que corona la bóveda principal.
Aún al estar bajo tierra durante casi hora y media no se experimenta una sensación de incomodidad. La razón es que no sólo los pasillos son suficientemente espaciosos, sino que además, las distintas zonas presumen de unas dimensiones formidables, más si tenemos en cuenta que todo ello se encuentra excavado bajo toneladas de roca.
Los sábados y domingos se le puede añadir a la visita un elemento de interés como es montarse en el tren de la Sabana. Este ferrocarril sale desde la estación de la Sabana, en Bogotá y, entre las varias paradas que realiza, una se lleva a cabo en Zipaquirá. Aquí puede cogerse otro tren (en este caso se trata de un trenecito urbano), que da una pequeña vuelta por el pueblo, para acabar en las minas. De esa forma se puede empezar el recorrido guiada.
Si bien la visita es algo que merece la pena y que todo el que pase cerca de Bogotá debiera llevar a cabo, es una verdadera pena el poco sentido estético con el que se han realizado las instalaciones para la iluminación. Una constante mezcla de luces azuladas, moradas y, en contadas ocasiones, blancas, que más parecen propias de una mala decoración navideña que de un monumento como este. Una verdadera lástima, pues además hacen perder los detalles del recorrido.
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