Taganga

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El pequeño pueblo de Taganga es una localidad de pescadores que se encuentra en el distrito de Santa Marta.

A poca distancia del famoso Parque Tayrona, es el punto de partida de muchos botes que se dirigen a visitar este parque nacional conocido por sus increíbles playas. Además, es posible alojarse en el mismo pueblo, en cualquiera de sus hostales u hoteles, ya que el turismo es el segundo motor de la economía del lugar, solo superado por la pesca.

Para llegar a Taganga desde Santa Marta puede cogerse un autobús o servirse de un taxi prefijando el precio antes del trayecto. Una vez allí, las opciones son pocas pero todas ellas interesantes. Una alternativa muy interesante para los más activos es contratar una excursión de buceo desde en los varios locales que ofrecen paquetes de inmersiones. Personalmente los fondos no me gustaron tanto como otros, ya que el colorido era más bien escaso, pero siempre es enriquecedor conocer lugares nuevos, y hay que admitir que la parada entre inmersiones en una playa totalmente desierta es un gran atractivo.

Otra posible excursión es seguir el pequeño camino que comunica esta localidad con las playas cercanas y pasar el día por ejemplo en la playa de Punta Ancón. En caso de elegir esta opción, yo recomiendo  un zapato cómodo, no es que sea un camino muy complicado, pero si hay algún trozo que es mejor no hacer con unas simples chanclas. Además, la policía local me recomendó no regresar demasiado tarde, ya que existe la opción de encontrarse con algún “amigo de lo ajeno”; yo no sentí inseguridad en ningún momento pero siempre es mejor hacer caso a la gente del lugar. A quién prefiera no caminar, puede moverse hasta la bahía gracias al servicio de lancha existente.

Por otro lado, no me olvido de los que sólo buscan un día tranquilo, ya que Taganga dispone de una pequeña playa de la que hace uso sobretodo la gente del pueblo; es bonita, nada especial, pero ver el atardecer allí sí que merece la pena. Acompañando a los colores rosados, llegan los pescadores, empujando, entre varias personas, su bote por la playa para dejarlo allí hasta el día siguiente. Todo eso después de una comida (seguramente basada en pescado frito con papa y arroz) en las casetas que se encuentran por el paseo marítimo. Y, si hay suerte, como me ocurrió a mí, puedes quedarte un rato viendo cómo traen el pescado fresco a la playa y lo comercializan delante de ti. Yo nunca había visto algunas de esas especies y además me pareció realmente entretenido ver cómo lo preparan en el momento.

Los que no sean tan fanáticos de ver la vida diaria de los pescadores, tienen a su disposición una gran cantidad de puestos ambulantes dirigidos a los turistas.

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