Hace tiempo que nos habían recomendado el Parque del Chicamocha para visitarlo durante las vacaciones, así que fue uno de los primeros destinos que vimos cuando llegamos a Colombia.
La zona que rodea a este parque destaca en especial por los cañones que han ido formándose durante miles de años y que siembran el camino de llegada (como siempre, en nuestro caso, por carretera). Son muchos los piqueteaderos y miradores donde uno puede deleitarse con la imponente vista de estos accidentes geográficos que recogen a lo largo del terreno los ríos y riachuelos. Parar en cualquiera de estos lugares es siempre una buena idea ya que es un paisaje digno de ver.
No puedo decir sin embargo que el Parque en sí valga la pena; un centro recreativo por el que se fuerza a pasar al turista que quiera ver el cañón del Chicamocha, con alguna actividad de mínimo interés, una supuesta granja escuela que carece de atractivo, varios lugares donde comer o tomar un refresco y poco más. El visitante debe pagar la entrada completa de este parque para poder desplazarse en teleférico de una zona del cañón a la otra, única atracción a mi parecer que merece la pena probar.
Hay que tener en cuenta además que existen ciertos horarios de teleféricos, que hacen que se deba permanecer al otro lado por alguna hora. Nosotros tuvimos que aprovechar para comer, y fue ese el rato más ameno de la jornada, debido a que coincidimos con un grupo musical compuesto, no solo por los músicos, sino también por bailarines muy pintorescos que sacaban a la gente a bailar al centro del corro que se había formado, un espectáculo entretenido especialmente para los que no somos combianos.
Es de destacar que este parque se encuentra en una zona muy conocida de práctica de diferentes deportes de riesgo como pueden ser el rafting o parapente, así que tanto el propio recinto como los alrededores son un buen lugar para buscar quads, atracciones de riesgo, cablevuelo, espeleología, o las actividades que he mencionado antes.
Y como siempre, el toque gastronómico. Hay dos cosas que debemos probar si visitamos la provincia de Santander, una de ellas es el chocolate, pues esta es una gran zona productora. Y la segunda, suena un poco menos apetecible, lo admito, pero se trata de las conocidas “hormigas culonas”; especie de la cual se comen las reinas una vez se han tostado y liberado de sus alas. Llenas de proteínas como muchos insectos, a mí no me pareció desagradable el sabor de la parte posterior, pero quizás no sea un manjar a gusto de todos, desde luego.
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