No importa si estás planeando un viaje relacionado con el paisaje o tienes ganas de conocer una ciudad, en el caso de Cuenca puedes combinar ambas opciones y pasar un fin de semana inolvidable.
Existe una numerosa variedad de paisajes en esta provincia, una leve visita a los campos sembrados de mimbre cuando empiezan a secarse y adquieren esa característica tonalidad roja es sin duda una buena idea.
Personalmente suelo hacer bastante caso a las recomendaciones de la gente del lugar, que en esta ocasión nos hablaron del nacimiento del rio Cuervo, un lugar por el que no teníamos intención de pasar y que nos sorprendió muy gratamente. Sufriendo algún que otro resbalón por las pasarelas de madera debido al hielo que se forma en días fríos, se llega a una zona de aguas tranquilas y extremadamente transparentes, con un color verde-azulado hipnótico. El paseo no llega a media hora y si el tiempo ayuda se puede comer por la zona al sol.
No se debería tampoco recorrer la provincia de Cuenca sin hacer una pequeña pasada por la Ciudad Encantada, un paraje natural de formaciones calcáreas que parecieran el escenario de alguna película ambientada en la prehistoria. Fue declarada Sitio Natural de Interés Nacional en 1929, se encuentra rodeada por pinares que en ocasiones ocultan las diversas formas y por suerte, además de los varios puntos aislados que existen con formaciones, también es posible acceder a un recorrido de unos 3 km por las formas más conocidas.
Como culminación del recorrido nos dirigimos a la ciudad de Cuenca, cuyo casco antiguo ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad, y no sin razón. Hay que tener en cuenta, que como en muchos lugares que ostentan dicho título, el acceso en coche se complica y en cualquier caso yo recomiendo hacer el recorrido a pie, pues es la manera de observar cada rincón y disfrutar de la gente. Posiblemente el atractivo turístico más conocido son las casas colgadas, una serie de edificaciones situadas al borde de un cortado de piedra y en cuyos balcones más de uno se pensaría el asomarse.
Si bien en esta ocasión el tiempo no nos permitió visitar más lugares, no querría terminar sin un último destino imprescindible de esta provincia; se trata de Alarcón, una pequeña población circundada por el embalse homónimo por la que parecen no haber pasado los siglos.